Cataluña

Ni olvido, ni perdón, ni dialogo con golpistas

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Ayer, cinco años después del golpe de estado en Cataluña, el Parlamento aprobó una declaración que declara “legal y legítimo” el pseudo referendum separatista que se celebró el 1 de octubre de 2017 .

Y no es baladí esa declaración, que proporciona “naturalidad política al 1O” -según los letrados del Parlament- y que vulnera y contraviene lo decretado por el Tribunal Constitucional que declaró ilegal su convocatoria. Una declaración que declara “”legitima la unilateralidad y la desobediencia para lograr un escenario de resolución democrática del conflicto y lograr la independencia y construir la república“.

Más allá de los delirios separatistas, de las cuestiones jurídicas y de la ilegalidad de las acciones que continúan realizando, no podemos ni debemos olvidar qué ocurrió aquel otoño de 2017 ni por qué se llegó a esa situación. Una situación que sigue lastrando a Cataluña, que la arruina y rompe la convivencia.

La realidad es que, tras los infames hechos del 6 y 7 de septiembre, todos en Cataluña sabíamos, o al menos la mayoría que no llevamos una venda en los ojos ni tapones en los oídos, que iban a llevar a cabo su golpe. Vivimos como iban preparando el asalto a los colegios, como los mossos ignoraban las órdenes de evitarlo, como se aparentaba buscar unas urnas que no eran, ni de lejos, el freno al pseudo referéndum.

“No perdonamos la cobardía que llevan años practicando los gobiernos de España. “

Algunos teníamos muy claro que sólo se frenaría teniendo la valentía de aplicar el artículo 155 antes de la consumación. Sabíamos que el Estado tenía la fuerza para evitar las okupaciones de los colegios y fueron muchos los ciudadanos que avisamos y denunciamos que se iban a realizar el 30 de septiembre.

Y si los ciudadanos de a pie conocíamos las intenciones de los golpistas, ¿por qué no se hizo nada para frenarlo? Creo que dos son las palabras que responden a la pregunta: cobardía y complicidad.

Cobardía de un gobierno que, mientras en Cataluña se nos señalaba, violentaba y acosaba, se sentaban a la mesa de los golpistas, se hacían fotos con sonrisas de anuncio de televisión. Sentíamos como sí nos estuvieran robando en casa y la policía se hiciera selfis con los ladrones.

“Una complicidad que, en el caso del PSC, se convierte en coautoría.”

No perdonamos la cobardía que llevan años practicando los gobiernos de España. El miedo a perder los pactos con los separatistas que les haría llegar al sillón de Presidencia a cambio de arrodillarse ante sus delirios, ha dirigido las políticas tanto del PP como del PSOE todos estos años. Y con esos compañeros de viaje han llevado a Cataluña a la situación de ruptura y ruina en la que nos encontramos. No olvidamos como nos han vendido.

Y complicidad. Una complicidad que es más evidente en el PSC / PSOE, pero a la que no escapa el PP. No olvidamos los pactos del Majestic, en los que Aznar realizó la mayor cesión de competencias a la Generalitat. No olvidamos los pactos del PP catalán con los nacionalistas y como iban eliminando a todo aquel que se atreviera a levantar la voz. Y no olvidamos como hoy, su nuevo líder, proclama a los cuatro vientos que hay que sentarse a dialogar con el -inexistente- “catalanismo constitucionalista” por puro interés partidista volviendo a los pactos para vender al mejor postor el sillón de la presidencia de España.

Una complicidad que, en el caso del PSC, se convierte en coautoría. Desde los infames tripartitos de Maragall y Montilla en los que cedieron a ERC el mando de los medios de comunicación y de educación, hasta los repugnantes pactos de Illa con el Govern actual para expulsar al español de las aulas catalanas. No olvidamos ni a los unos ni a los otros.

Y no perdonamos. No perdonamos que a los que levantamos la voz para denunciar la continua y reiterada violación de los derechos civiles en Cataluña, nos señalen como agitadores que buscan la confrontación. Deberíamos contestarles que somos como Zelensky, que no se arrodilla ante Putin, sino que lucha por mantener su democracia. Deberíamos contestarles que somos los David contra Goliat. Deberíamos gritarles que ante la violencia, la violación de derechos, el totalitarismo y la xenofobia la opción nunca es callar y “normalizar”, señalar a las víctimas y abrazar a los agresores. La opción, la única opción correcta, es denunciar a los cuatro vientos cada una de las malas acciones que llevan a cabo y luchar contra ellas, con todos los instrumentos que nos proporciona el Estado de Derecho.

Hoy, cinco años después del infame 1 de octubre, ni olvido, ni perdón ni diálogo con los golpistas. Sólo así garantizaremos la democracia en Cataluña, sólo así protegeremos el Estado de Derecho en España.

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